La nueva obra de Paul Thomas Anderson, “Una batalla tras otra”, protagonizada por Leonardo DiCaprio, se presenta como mucho más que una historia de acción. En sus escenas se dibuja un retrato crudo de la sociedad estadounidense, marcada por la violencia, el racismo y las tensiones migratorias que siguen vigentes.
DiCaprio da vida a Bob, un activista que en su juventud luchó contra el sistema, pero que con el paso de los años se convierte en un hombre derrotado por sus vicios y perseguido por su pasado. Su enfrentamiento con el coronel Lockjaw, interpretado por Sean Penn, representa la continuidad del odio y la intolerancia que aún se respira en gran parte del país.
El humor ácido que atraviesa la trama no resta fuerza a la denuncia. Al contrario, convierte la ficción en una advertencia sobre los peligros de normalizar discursos extremistas y prácticas de exclusión. La relación de Bob con su hija adolescente, heredera de sus traumas y batallas inconclusas, refuerza la idea de que las nuevas generaciones cargarán con los errores que no se resuelvan hoy.
Con estreno previsto en América Latina el 24 de septiembre, la película llega como un espejo incómodo de lo que Estados Unidos esconde bajo la superficie. Más que un espectáculo cinematográfico, se trata de una obra que obliga a mirar de frente la realidad.