En el corazón de la Amazonía ecuatoriana, un hallazgo científico ha cambiado la forma en que entendemos el pasado: el descubrimiento del primer depósito de ámbar mesozoico en Sudamérica con insectos preservados. Este tesoro natural, con más de 112 millones de años de antigüedad, ofrece un vistazo directo a la vida que prosperaba cuando los dinosaurios aún dominaban la Tierra.
El ámbar, resina fosilizada que atrapó organismos diminutos, fue encontrado en la provincia de Napo. Dentro de sus 60 muestras, los investigadores hallaron 21 bioinclusiones, entre ellas escarabajos, avispas, moscas y hasta un fragmento de telaraña. Estas pistas revelan la existencia de un bosque tropical denso y húmedo, muy distinto a otros ecosistemas áridos de la misma época en Sudamérica.
Además, las rocas asociadas al hallazgo contenían restos de helechos y las primeras angiospermas, las plantas con flores más antiguas conocidas en la región. Todo ello confirma que la Amazonía ya era un espacio de gran diversidad biológica durante el Cretácico Inferior, cuando formaba parte del supercontinente Gondwana.
Los científicos aseguran que este descubrimiento abre nuevas puertas: futuras excavaciones podrían ayudar a conectar la biodiversidad sudamericana con otras regiones de Gondwana, como Australia o la Antártida. Así, la selva amazónica, además de ser un pulmón vital del planeta hoy, se convierte también en un archivo viviente del pasado más remoto de la Tierra.