Las interminables filas en los surtidores volvieron a pintar una postal de tensión en las principales ciudades del país. Lo que comenzó como una advertencia técnica terminó en un choque político entre YPFB y el Ministerio de Economía, dejando a los ciudadanos atrapados entre versiones cruzadas y tanques vacíos.
El presidente de YPFB, Armin Dorgathen, encendió las alarmas al reconocer un “bache” en el suministro y responsabilizar al Ministerio de Economía por no liberar los dólares necesarios para importar combustibles. “Sin divisas, no podemos garantizar el abastecimiento”, declaró.
La respuesta fue inmediata. Economía negó cualquier retraso y aseguró que el presupuesto en bolivianos está totalmente cubierto, deslizando que el problema no está en sus manos. Pero la contradicción entre ambas entidades bastó para que la incertidumbre se extendiera: automovilistas de La Paz, Santa Cruz, Cochabamba y Sucre coparon los surtidores durante la noche, temiendo una nueva crisis energética.
Detrás de las acusaciones, se perfila un conflicto más profundo: la escasez de dólares que desde hace meses presiona al sistema financiero y a las importaciones del país.
Mientras el Gobierno intenta contener la tensión, la población vuelve a pagar el precio de una disputa institucional que, una vez más, se traduce en filas, ansiedad y desconfianza.
