La economía boliviana se enfrenta a una creciente tensión cambiaria, marcada por un significativo repunte del dólar paralelo, también conocido como "dólar cripto". Este tipo de cambio informal ha experimentado un preocupante ascenso, llegando a tocar brevemente los Bs 16 por unidad, según las recientes observaciones del economista Jaime Bravo. El análisis del experto señala una combinación de factores estructurales arraigados y la creciente incertidumbre política preelectoral como los principales catalizadores de esta presión alcista sobre la divisa estadounidense en el mercado no oficial.
Bravo detalla que el dólar paralelo experimentó una volatilidad significativa en los últimos días, pasando de un promedio de Bs 13,7 a casi Bs 16 tras la difusión de noticias recientes, para luego estabilizarse y volver a mostrar una tendencia ascendente. Entre los problemas estructurales que ejercen presión sobre la capacidad del país para generar y mantener reservas de dólares, el economista identifica las subvenciones insostenibles, el peso de la deuda externa y una limitada capacidad de generación de divisas. Esta fragilidad económica subyacente sienta las bases para la vulnerabilidad del tipo de cambio informal.
En el ámbito político, la proximidad de las elecciones introduce un factor adicional de incertidumbre que podría exacerbar la demanda de dólares. Bravo advierte que, dada la "cultura política" del país, este clima preelectoral tiende a generar una mayor presión sobre la divisa estadounidense. En un escenario de falta de control y desequilibrio persistente entre la oferta y la demanda, el economista no descarta la posibilidad de que el dólar paralelo alcance incluso los Bs 20, tal como anticipan algunos empresarios. Si bien un equilibrio podría moderar esta escalada, una disminución en el corto plazo se considera improbable.
La creciente disparidad entre el tipo de cambio oficial, anclado en Bs 6,96 por dólar, y el paralelo está generando una serie de distorsiones económicas significativas. Sectores diversos enfrentan dificultades en la fijación de precios, el acceso a insumos importados se complica y las expectativas inflacionarias se intensifican. Esta brecha cambiaria no solo refleja la desconfianza en la estabilidad económica, sino que también amenaza con impactar negativamente en el poder adquisitivo de la población y la competitividad de las empresas bolivianas.