Los lustrabotas, figuras tradicionales de las plazas bolivianas como la Colón o la Corazonistas en Cochabamba, ven cómo su oficio se desvanece lentamente. Cambios en los hábitos de vestimenta, como la popularización de los tenis y el aumento del costo de materiales, especialmente el betún, han reducido drásticamente la demanda de sus servicios. Lo que antes era un trabajo compartido y constante, hoy se ha vuelto una lucha diaria por conseguir apenas unos pocos clientes.
Oscar Marcelo Centrategui, con años en la plaza Colón, recuerda que antes lustraban hasta dos personas en un mismo asiento y no faltaba clientela. Hoy, además de la escasez de trabajo, debe lidiar con el alza de precios: “Una lata de crema costaba 5 bolivianos, ahora vale hasta 20”, cuenta. Aun así, mantiene la idea heredada de su padre: “Un zapato limpio refleja el orden de una persona”.
Juan Eugenio Balcázar, con más de 40 años de experiencia, también nota el cambio. Antes atendía hasta 40 pares al día, ahora apenas llega a 15. Pese a su esfuerzo, reconoce que la situación es insostenible y considera dejar el oficio. La figura del lustrabotas, que alguna vez fue parte del alma urbana, resiste con dignidad, pero enfrenta un futuro incierto ante los nuevos tiempos.