Un inusual caso encendió las alarmas en Estados Unidos: un paciente fue diagnosticado con miasis, la infestación provocada por larvas del gusano barrenador del Nuevo Mundo, un parásito capaz de devorar tejido vivo. El hombre había regresado recientemente de un viaje a El Salvador y logró recuperarse, pero el hallazgo despertó preocupación.
Aunque las autoridades aseguran que el riesgo de contagio masivo es bajo, la presencia de este parásito en territorio estadounidense revive un temor latente: su capacidad de afectar no solo a humanos, sino de poner en jaque a la industria ganadera, un sector que mueve más de 100 mil millones de dólares al año en el país.
El gusano barrenador había sido eliminado de EE.UU. hace medio siglo, gracias a intensas campañas de control. Sin embargo, los brotes registrados en Centroamérica y México han demostrado que la amenaza está lejos de desaparecer.
Los expertos del Departamento de Agricultura y de los CDC advierten que la clave está en el control fronterizo del ganado, ya que los animales infectados son la principal vía de propagación. Si el parásito logra establecerse nuevamente en EE.UU., el impacto sanitario y económico sería devastador.
Este caso aislado deja una advertencia clara: en un mundo interconectado, incluso los enemigos microscópicos pueden desafiar fronteras y obligar a reforzar la vigilancia epidemiológica internacional.