En la actualidad, los videojuegos han dejado de ser un simple pasatiempo para convertirse en una forma de cultura global que conecta a más de 3 mil millones de personas en todo el mundo. Impulsados por el acceso a consolas, móviles y plataformas digitales, el gaming es hoy una práctica social consolidada. Sin embargo, este crecimiento también ha traído consecuencias poco visibles pero significativas para la salud física y mental, lo que ha despertado el interés de la comunidad científica.
Uno de los aspectos más estudiados es el llamado “síndrome gamer”, un conjunto de síntomas asociados al uso excesivo de pantallas y a la inmersión prolongada en mundos virtuales. Aunque no está reconocido oficialmente como diagnóstico en manuales como el DSM-5 o la CIE-11, sí se ha observado con frecuencia, sobre todo en adolescentes y adultos jóvenes. Sus efectos se manifiestan tanto a nivel psicológico como físico.
En el plano mental, destaca el Game Transfer Phenomena (GTP), investigado por la psicóloga Angélica B. Ortiz de Gortari. Este fenómeno describe cómo los jugadores pueden experimentar pensamientos, percepciones o conductas de los videojuegos en su vida cotidiana, como ver barras de energía sobre personas reales o escuchar sonidos del juego en la calle. Lejos de ser patológico, se entiende como una respuesta cognitiva relacionada con la memoria y la repetición.
En el aspecto físico, el síndrome gamer incluye síntomas de fatiga visual digital, como irritación ocular, visión borrosa, cefaleas y tensión muscular. Estos problemas están relacionados con la exposición prolongada a la luz azul, la reducción del parpadeo, posturas inadecuadas y la fijación de la vista en distancias cortas. Estudios recientes alertan sobre el aumento de la miopía infantil, atribuido en parte al uso excesivo de pantallas y la falta de tiempo al aire libre.
Frente a estos riesgos, los especialistas promueven estrategias de prevención como la regla 20-20-20 (cada 20 minutos de pantalla, mirar 20 segundos a algo que esté a 6 metros de distancia), así como ajustes en el brillo, uso de filtros, pausas activas y actividades al aire libre. Estas recomendaciones ayudan a preservar la salud visual y reducir el impacto físico y mental del uso intensivo de videojuegos.
Lejos de demonizar el gaming, el objetivo es promover un uso consciente y equilibrado. Los videojuegos ofrecen beneficios y oportunidades creativas, pero es clave desarrollar una cultura digital saludable. Jugar con responsabilidad significa cuidar el cuerpo y la mente, reconociendo que también fuera de la pantalla hay una realidad que merece ser vivida plenamente.