En una tarde cargada de emoción, el papa León XIV presidió el Jubileo de los Jóvenes, el evento más multitudinario de su pontificado. Desde la explanada de Tor Vergata, en las afueras de Roma, el pontífice animó a miles de jóvenes de 146 países a “buscar la justicia y servir a los pobres para construir un mundo más humano”.
León XIV llegó en helicóptero y recorrió el lugar en papamóvil, saludando con entusiasmo a los asistentes. Luego, tomó la cruz del Jubileo en sus propias manos y encabezó una procesión a pie con decenas de jóvenes, en un gesto simbólico de cercanía y compromiso.
Durante la vigilia, el papa respondió preguntas en inglés, español e italiano, reflejando su historia personal como estadounidense y misionero en Perú. Les habló sobre la importancia del amor en Cristo y la amistad como camino hacia la paz.
Una joven mexicana preguntó cómo construir relaciones auténticas en tiempos dominados por la tecnología. León XIV valoró las redes sociales como herramienta de diálogo, pero advirtió que pueden volverse dañinas cuando están dominadas por intereses comerciales. Reivindicó las relaciones estables como base de una vida plena.
El momento más conmovedor llegó cuando el papa recordó a dos jóvenes fallecidas antes del Jubileo: María, de España, y Pascale, de Egipto. Con voz emocionada, pidió a los presentes que rezaran por ellas y por Ignacio González, otro joven español hospitalizado en Roma.
León XIV aprovechó el dolor de esas pérdidas para invitar a los jóvenes a vivir con más amor y entrega. “Que su memoria nos impulse a no perder el tiempo y a caminar con fe”, afirmó desde el escenario.
El Jubileo se transformó en algo más que un encuentro religioso: fue la expresión de una generación que busca sentido, comunidad y esperanza. Y el papa, con gestos humildes y palabras directas, les recordó que ese futuro empieza en cada acto de justicia, amistad y servicio.