Lo que debía ser una noche de celebración para el club Blooming terminó en un episodio alarmante que ha encendido las alertas en el fútbol boliviano. La noche del lunes, tras vencer 2-1 a Guabirá en Montero, el bus que trasladaba a parte de los jugadores y cuerpo técnico fue blanco de un presunto ataque armado mientras regresaba a Santa Cruz de la Sierra. Uno de los vidrios del vehículo presentó un impacto que sería de bala, aunque por fortuna no se registraron heridos.
El vicepresidente de Blooming, Pedro Vaca, confirmó que la denuncia fue presentada ante la Estación Policial Integral (EPI) de Los Tusequis. Inicialmente, la policía derivó el caso a Montero, por considerarlo fuera de su jurisdicción. Sin embargo, la dirigencia del club exige que se esclarezca el hecho, consciente de que las consecuencias pudieron haber sido fatales. “Esto pudo terminar en una tragedia”, lamentó Vaca.
Pero la violencia no se limitó al ataque al bus. Esa misma noche, en el barrio Ferbo, al norte de Santa Cruz, se reportaron enfrentamientos entre supuestos miembros de barras bravas. Vecinos denuncian que los disturbios, protagonizados por jóvenes armados con machetes y cuchillos, son cada vez más frecuentes. El caos dejó daños materiales y un ambiente de temor en la zona. Algunos testigos grabaron videos que muestran la magnitud del descontrol y el riesgo para los residentes.
Este doble episodio ha vuelto a poner sobre la mesa la problemática de la violencia asociada al fútbol. No se trata solo de rivalidades en la cancha, sino de hechos delictivos que amenazan la seguridad pública. La presencia de barras bravas violentas, sin control ni sanción clara, representa un peligro que ya ha salido del estadio y se instala en las calles.