La Copa Sudamericana fue testigo de uno de los episodios más oscuros en la historia del fútbol sudamericano y mundial. El partido de vuelta de los octavos de final entre Independiente y Universidad de Chile, disputado el miércoles 20 de agosto de 2025, se transformó en una sangrienta batalla campal que dejó un saldo de 19 heridos de gravedad y 111 detenidos.
El encuentro, que había comenzado con un empate 1-1, se detuvo a los 48 minutos de la segunda mitad. Los focos del estadio Libertadores de América dejaron de apuntar al césped y se centraron en las gradas, donde el terror se desató. Durante la primera mitad, la afición chilena, ubicada en la grada superior, había lanzado palos, piedras y una bomba de estruendo a los aficionados locales.
Cuando el partido se detuvo, el caos se apoderó del estadio. Parte de la afición de Independiente invadió el campo de juego, mientras que el grupo más radical subió a la grada visitante. Ahí, la violencia se intensificó con palos, apuñalamientos y agresiones que culminaron en tragedia.
Masacre y consecuencias
La violencia desmedida dejó imágenes escalofriantes. Un hombre fue lanzado al vacío desde las gradas, mientras otro se desmayó tras recibir un brutal golpe en la cabeza. Los cuerpos ensangrentados e inertes de los heridos quedaron esparcidos por las gradas, un crudo recordatorio de la falta de control y seguridad.
Tras la masacre, la CONMEBOL tomó una drástica decisión: el partido fue cancelado, no suspendido. Esto significa que los 42 minutos restantes no se jugarán y, en consecuencia, ambos equipos han sido expulsados de la competición. Alianza de Lima, de Perú, se clasificó directamente a semifinales.
Además de la exclusión del torneo, la CONMEBOL impuso castigos severos a ambos clubes, excluyéndolos de todas sus competiciones para las temporadas 2026 y 2027. El estadio de Independiente será clausurado por tiempo indefinido para futuros eventos de la CONMEBOL.
El estado de los heridos es de pronóstico reservado. El club chileno informó de 111 detenidos y 19 heridos, incluyendo a un hombre que requirió cirugía de emergencia tras la caída desde la grada. Otros dos aficionados fueron apuñalados y tres más sufrieron traumatismos craneales.
La noche del 20 de agosto no solo será recordada por la violencia, sino como un trágico ejemplo de la falta de seguridad en los recintos deportivos, donde el deporte queda en segundo plano ante el odio y la barbarie.
