El horror se escondía en una vivienda de Oruro, donde la Policía Forestal y el Ministerio Público hallaron más de 670 restos de animales destinados, presuntamente, a rituales. En el lugar se encontraron 581 vizcachas secadas y 89 fetos de llama (sullus), apilados en techos y patios, listos para su comercialización clandestina.
Las autoridades sospechan que el material era utilizado como ofrenda en ceremonias ancestrales, sin control ni respeto por la vida silvestre. Dos personas fueron aprehendidas y una tercera arrestada, mientras se investiga una posible red dedicada al tráfico y sacrificio ilegal de animales en la región altiplánica.
Este caso ha despertado indignación en colectivos ambientalistas, que exigen sanciones ejemplares y un mayor control sobre la extracción y el comercio de especies nativas. Advierten que detrás de estas prácticas se esconde un mercado oscuro que atenta contra la biodiversidad y normaliza el maltrato animal bajo el pretexto de la tradición.