Lo que debía ser una jornada de unidad nacional en la emblemática Casa de la Libertad, se convirtió en un espejo de la polarización que atraviesa Bolivia. La celebración oficial del Bicentenario, con presencia de autoridades del Ejecutivo, Legislativo y Judicial, no estuvo exenta de tensiones.
Durante la Sesión de Honor de la Asamblea Legislativa Plurinacional, los discursos fueron interrumpidos por una consigna que resonó fuerte entre el público: “¡Ya se van, ya se van!”. El blanco de los gritos fue el vicepresidente David Choquehuanca, justo cuando hablaba sobre la necesidad de superar el caudillismo y la manipulación política.
El malestar no fue exclusivo hacia el Ejecutivo. Magistrados del Tribunal Constitucional Plurinacional también recibieron abucheos, reflejando un rechazo ciudadano más amplio hacia las instituciones.
La incomodidad fue evidente. Aunque el evento siguió su curso, el ambiente dejó claro que el Bicentenario llegó con una fuerte carga de desencanto social y mensajes dirigidos a una clase política que, a ojos de muchos, ha perdido conexión con la realidad del país.
Lejos de la postal solemne que se esperaba, el acto en Sucre dejó una imagen distinta: la de una nación que conmemora 200 años de independencia en medio de tensiones no resueltas.