La crisis del diésel en Bolivia ha paralizado al país y golpea de lleno a sectores clave de la economía. Agricultores, ganaderos, transportistas y avicultores coinciden en que la situación es insostenible: sin combustible no hay producción ni transporte, y el riesgo de desabastecimiento crece día a día.
En el campo, los cañeros de Santa Cruz mantienen miles de hectáreas sin cosechar, los arroceros de Beni denuncian acaparamiento y venta ilegal de diésel, y los productores de leche en Cochabamba reportan una caída del 70% en su producción. La falta de combustible ha convertido al mercado negro en el único camino para muchos, profundizando la crisis.
El sector avícola enfrenta un panorama aún más grave: cada semana se pierden alrededor de 12 millones de bolivianos porque los pollos no llegan a los mercados. La Asociación Nacional de Avicultores advierte que la cadena de distribución está a punto de quebrarse, lo que pondría en riesgo la provisión de carne y huevos en todo el país.
Los transportistas pesados lanzan la advertencia más dura: si no se soluciona de inmediato la escasez, Bolivia podría enfrentar una hambruna antes de fin de año. Lo que comenzó como un problema logístico ya se transformó en una amenaza directa a la seguridad alimentaria y a la estabilidad económica, dejando al Gobierno contra las cuerdas para dar respuestas urgentes.