El reciente homicidio de Abraham Ortega, de 28 años, encontrado con signos de tortura y múltiples impactos de bala en el kilómetro 47 de la carretera Santa Cruz–Cochabamba, ha destapado conexiones con una peligrosa red criminal que opera en el trópico de Cochabamba. Ortega era cuñado de Ariel Villarroel Calle, sindicado como líder de una organización vinculada al narcotráfico, el sicariato, la extorsión y el secuestro.
El viceministro de Régimen Interior y Policía, Jhonny Aguilera, confirmó que la principal hipótesis apunta a un ajuste de cuentas entre bandas delictivas por disputas relacionadas con actividades ilícitas. “El grado de violencia y los antecedentes del entorno familiar de la víctima nos permiten establecer vínculos directos con organizaciones criminales que operan en la región del Chapare”, explicó la autoridad.
Aguilera también advirtió sobre una problemática estructural: la limitada presencia del Estado en el trópico cochabambino, que facilita la impunidad y el encubrimiento de delitos. Esta situación no solo obstaculiza las investigaciones, sino que también permite que estructuras delictivas se fortalezcan en zonas donde la autoridad formal tiene escasa capacidad de acción.
Este hecho pone nuevamente en evidencia la urgencia de reforzar la institucionalidad en regiones clave del país, donde el crimen organizado parece avanzar sin mayores resistencias.
